Dudo que Nabokov leyera a Baroja, pero esos dos cuñados, Ramiro y Micaela, que hacen el amor en las polvorientas salas de la mansión de una estirpe en decadencia en "El mayorazgo de Labraz" recuerdan poderosamente a esos otros dos familiares nabokovianos que hacen lo mismo en "Ada o el ardor". La misma mansión polvorienta en el fin de una familia está también en las páginas últimas de "Cien años de soledad", de García Márquez. Pero en "Cien años" al último de la estirpe se lo comen las hormigas, y en "El mayorazgo" barojiano el último queda, ciego y habiendo perdido la casa familiar, vagando por los caminos, casi sin más posesión que el amor de una muchacha, lo que no es poco. El final de "Cien años" es desesperanzador, el de "El mayorazgo" deja entrever la posibilidad de un nuevo comienzo para los Labraz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario