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sábado, 2 de marzo de 2013

Nombrar es crear y es poseer

El hombre crea las cosas cuando les da nombre, hasta entonces existen en el mundo pero no en la cosmovisión humana. En "La historia interminable" de Michael Ende el reino de Fantasía necesita cada cierto tiempo que un nuevo lector del libro renombre a la princesa, para que la nada no engulla a todo el reino, porque la princesa encarna el reino. Darle nombre a ella es darle entidad a ella y por tanto al reino. En "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez una enfermedad hace que los habitantes de Macondo olviden los nombres de las cosas y José Arcadio Buendia debe etiquetar las cosas para que los demás recuerden sus nombres, hasta que estos también empiezan a olvidarse de leer. El riesgo que corren es que con la perdida del nombre las cosas se van del entorno humano, el mundo humano se empobrece, el hombre deviene en animal: los animales no ponen nombres a nada y por tanto no poseen nada, mientras que el lenguaje proyecta al hombre mediante los nombres sobre el mundo, sobre los objetos, y así los hace suyos.

    

 

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