Los españoles nos creemos la puta polla, aunque a veces pensemos que
España, como país, es una mierda. Por eso puede parecernos chocante
saber que hemos sido frecuentemente víctimas de racismo y/o de
xenofobia. ¿Cómo alguien puede haber descriminado a un español por
serlo, con lo geniales que somos? Pues ha pasado, y seguramente sigue
pasando. Juan Manuel de Prada, en "Desgarrados y excéntricos", nos
cuenta el caso de Nicasio Pajares, a quien una bella uruguaya dio
calabazas por ser "gallego", que es como
allí llaman a todos los españoles, aunque Pajares, casualmente, era
gallego de verdad. Los españoles que estuvieron en Alemania en los
sesenta, construyendo las autopistas que hoy disfrutan allí, también
fueron objeto de descriminaciones varias, y los españoles que a raíz de
la crisis han tenido que emigrar a Alemania o Reino Unido también las
sufren hoy. El problema, a lo mejor, no es el racismo, es que son
pobres. Se discrimina a un emigrante negro, de los que vienen a trabajar
a los invernaderos, pero adoramos a Will Smith o a Morgan Freeman,
aunque también son negros. Mecano, en "No hay marcha en Nueva York", nos
contaba que si eras "spanish" no te daban ni un vaso con soda en las
discos de moda. Luego los españoles mejoramos un poco nuestra imagen en
los States gracias a actores como Banderas, Bardem o Penelope Cruz.
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