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jueves, 6 de octubre de 2016

La última razón de ciertas afinidades


Jorge Luis Borges, en "Definición de germanófilo", una de las breverías insertas en su "Textos cautivos", explica que durante la I Guerra Mundial, en Argentina, los germanófilos no lo eran tanto por amor o admiración a Alemania cuanto por odio a Inglaterra. De igual forma, tal vez cabría decir que los afrancesados del siglo XIX español no lo eran tanto por amor o admiración a Francia cuanto por odio al absolutismo. O el caso de Ayn Rand: tal vez su defensa a ultranza del capitalismo no vino tanto por adhesión a éste sino por odio al comunismo en cuyo nombre había sido privada de propiedades su familia y por cuya causa ella vivía exiliada de Rusia. También podría hablarse de Agustín de Foxá: tal vez se hizo falangista sólo por rencor, por odio al socialismo, al comunismo, a la república que ambos credos políticos habían erigido, derribando el régimen monárquico que había exaltado y ennoblecido a su familia. Parece que también fue disidente del franquismo: ese régimen, pese a restablecer los títulos nobiliarios, tampoco era la vieja monarquía que él amaba. Quizás todos, o muchos, nos hacemos partidarios de algo, consciente o inconscientemente, sólo por estar en contra de lo que se opone a ello. ¿Es eso auténtico pensamiento crítico? No, porque el auténtico pensamiento crítico prescinde de la pasión del odio y basa la oposición a un credo en la razón, meramente.

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