Ha sido un gran deleite para mí, una gran alegría, leer este Pequeñas alegrías de Hesse. Es un libro extraordinario que nos muestra sesenta años de escritos cortos -artículos de opinión, reseñas de libros, reflexiones de lo más variado-, desde la juventud -escribió el primer texto del volumen a los veintidós años- hasta la senectud, muy cerca ya de la muerte. Estos sesenta años de textos forman un monumento literario integrado por una continuada e insobornable independencia intelectual, por una asimismo continua apuesta por el pacifismo, por un gran amor a su patria -una patria de límites indefinidos, comprendida sobre todo por el suroeste de Alemania y la Suiza de lengua alemana-, por un acendrado humanismo -aprendido en Voltaire, en Montaigne- y por la fascinación por la naturaleza y los libros. Su lenguaje, sencillo, se vuelve poético en las descripciones de paisajes o al hablar de los cambios de las estaciones. Él, que tan viajero fue, volvía siempre a esa patria suya de límites indefinidos, definida por un paisaje y por un paisanaje comunes, aunque fronteras artificiales la cruzaran, y la crucen aún. Rural y urbano, cosmopolita y apegado a lo alemán -pero no de un modo nacionalista o despreciador de los otros-, atraído por las filosofías y religiones de Oriente -Buda, Lao Tsé- pero sin negar a sus ancestros cristianos -a ese abuelo que quiso ser teólogo, a ese padre que fue, en palabras del obispo de Wurm, un auténtico "cristiano primitivo"-. Único Hermann Hesse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario