En la imagen, una de las personas más antiguas cuyo nombre conocemos: Gilgamesh, quien fue Rey de la ciudad-Estado de Uruk (actual
Warka, en Mesopotamia) hacia el 2750 antes de Cristo. Mucho después de
su muerte empezaron a recitarse y escribirse poemas sobre él en los que
en vez de un hombre aparecía como un semidiós. El Poema o Epopeya de
Gilgamesh, suerte de refundición, a lo largo de muchos siglos, de estos
textos, es la obra literaria más antigua de Occidente, ya que
algunas de sus partes datan de al menos 200 o 250 años después de la
muerte de Gilgamesh, es decir, de en torno al 2500 antes de Cristo (hace
4500 años). En el poema Gilgamesh es un rey tiránico que oprime a su
pueblo. Los dioses crean a Enkidu, un hombre bestia, para combatirle.
Enkidu y Gilgamesh, en cambio, se hacen amigos. Tras varias aventuras
Enkidu muere. Gilgamesh no quiere que le pase lo mismo y por ello parte
en busca de Utnapishtim, sobreviviente del diluvio e inmortal (la
inspiración para el Noé hebreo). Utnapishtim le revela la localización
de una planta que da la inmortalidad, pero una serpiente le arrebata la
planta a Gilgamesh, que vuelve a Uruk, más sabio y bondadoso.
¿Por qué transcurrieron 200 o 250 años desde la muerte de Gilgamesh
circa 2750 aC hasta los primeros poemas escritos sobre su persona? En
primer lugar, la escritura cuneiforme estaba en sus inicios en el
momento de la muerte de Gilgamesh, y era utilizada sobre todo en
contabilidad, para anotar las existencias de los almacenes. La
literatura era oral, los creadores de poemas/narraciones (eran lo mismo)
los memorizaban para luego cantarlos a su público, y así se
transmitían. Así transcurrieron 200 o
250 años de cantos sobre Gilgamesh y Enkidu, hasta que a alguien se le
ocurrió usar los signos usados en contar los sacos de grano para poner
por escrito la historia de dichos héroes. Algo parecido pasó después:
desde la guerra de Troya en 1200 aC hasta la escritura de La Ilíada en
800 aC transcurren 400 años de cantos. Con los romances castellanos
medievales que recogió Menéndez Pidal en su Flor nueva de romances
viejos pasó lo mismo: mayormente eran creados para ser transmitidos de
forma oral. Con la literatura oral sólo empezó a acabar (porque aún no
está muerta) la imprenta de Gutenberg, un invento del Renacimiento, o
sea de hace cuatro días. En la imagen infra, un aedo griego canta tal vez
algún poema sobre Aquiles o sobre Antígona, acompañado de su arpa. La
ilustración es de Lawrence Alma Tadema. Entre el público del aedo
aparece destacada la poeta Safo de Lesbos.
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