Tenía mi misma edad, 39 años. Autor de dos extraordinarias novelas, "Pantanosa" y "El laberinto del Albayzín". Era para mí un orgullo, un honor, llamarlo amigo. Pese a cuanto nos separaba nos apreciábamos, y estoy tremendamente triste ahora. Simplemente triste. Recuerdo que vino a Cartagena a verme, y que quiso ir a tomar algo "a un sitio donde pueda fumar". Ya estaba en marcha la ley del tabaco. Por suerte conocía yo uno de esos bares reconvertidos en "club de fumadores", y ahí fuimos. Nos hicimos socios los dos, pagando un simbólico euro. Me hice socio yo, de un club de fumadores, yo que nunca he fumado, sólo por estar con él, por charlar con él, allí. Nos tomamos unas cervezas, hablamos, ya no recuerdo de qué. Literatura, creo, y de lo casposa que es a veces España, tal vez de lo sobredimensionado del fútbol. Luego creo que fuimos al puerto, quería Paco ver el mar. También recuerdo una tarde en casa de nuestro común maestro, José María Álvarez. Admiraba a los poetas, los envidiaba casi, pero él sabía escribir narrativa como yo nunca sabré. Le recuerdo también en la presentación de su segunda novela, en Murcia, en el Museo Ramón Gaya. El filósofo Francisco Jarauta le presentó, magníficamente. Él también estará dolido ahora. En el coloquio que en la terraza de un bar de la plaza de las flores se originó, antes de la presentación, se podía apreciar el afecto entre ambos.
Y bueno, Paco, te has ido, y estoy triste, estamos tristes. Juan de Dios, José María, Jarauta, yo, todos. De psiconauta a abismonauta, o a "nadanauta" o a ¿qué? ¿Qué estás navegando ahora, amigo? Buena travesía. Aquí me quedo, perdóname, un rato más.
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