Por estar contigo

Blog personal de José Alfonso Pérez Martínez

"Estas líneas escribo,
únicamente por estar contigo"
(Luis Cernuda)
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jueves, 9 de mayo de 2024

Comprando arte original


En Estados Unidos hay unas ediciones especiales de cómics que se publican con la cubierta en blanco, para que artistas dibujen en salones del cómic sus dibujos dedicados a los aficionados. He adquirido el número 9 de la nueva colección de Conan, en edición "blank cover", con un dibujo original en portada y otro en contraportada, ambos del artista español Salvador Molina Romero. Comprar arte original es un puntazo. Y si es al propio artista, sin intermediarios, mejor. 👌






miércoles, 24 de agosto de 2022

"Muerte de la Virgen", de Caravaggio



Obra de 1606 de Michaelangelo Caravaggio, el maestro del claroscuro. 
La luz ilumina el rostro de la difunta mientras las demás personas de la estancia permanecen en penumbra. 

La tradición católica nos dice que la madre de Jesucristo, tras la crucifixión de su hijo, huyó o viajó a Efeso, en la costa occidental de Asia Menor (Turquía), con Juan Evangelista, el discípulo predilecto de su hijo. El propio Cristo antes de morir (para luego resucitar y ascender a los cielos) le encargaría a Juan que cuidara de su madre. En Efeso moriría la Virgen. 

Hace pocos días se celebró la fiesta de la Asunción de la Virgen. Según esta creencia, que es dogma de fe, la Virgen no murió, sino que subió a los cielos en cuerpo y alma, en una especie de arrebatamiento o abducción. 

El cuadro de Caravaggio contradice el dogma pues, ya que nos muestra a la madre de Cristo muerta. Aunque la Asunción es una creencia antigua sólo es dogma de fe (creencia sin la cual no se puede ser católico) desde 1950. En 1606 Caravaggio podía ser católico sin albergar esa creencia. El siguiente cuadro de Tiziano (La Asunción de la Virgen, de 1518) sí la refleja: 




 

domingo, 3 de julio de 2022

Nueva reseña para "La Razón Histórica"

Reseña de "Soldados de la Historia de España", de José Ferré-Clauzel y César Cervera Moreno, en el número 55 de La Razón Histórica. Nueva colaboración mía con esta estupenda revista de Historia. Os paso la página desde donde podéis descargar las dos páginas de la revista en las que aparece mi reseña:

https://www.revistalarazonhistorica.com/55-11/



lunes, 23 de mayo de 2022

Scipio


Tras casi un año cerrada parece que se me ha abierto la vena poética. Hoy estos cuatro endecasílabos vinieron a visitarme. Están dedicados a aquel insigne varón romano que abrió Hispania al dominio de Roma, tras vencer a Aníbal. 


SCIPIO


Venció al grande general de Cartago

Le comparan con Teucro y Telamón

No pretende lo que no se ha ganado

Se llama Publio Cornelio Escipión


José Alfonso Pérez Martínez, 23 de mayo de 2022


La continencia de Escipión, 
de Federico de Madrazo y Kuntz 

martes, 3 de mayo de 2022

Cada 3 de mayo


Lo que sucede en un día, en una hora, resuena luego como un eco por toda la eternidad. Cada nuevo 3 de mayo los que se levantaron contra el invasor el día anterior vuelven a ser llevados a la montaña del príncipe Pío, vuelven a ser colocados ante los mosquetes del invasor, vuelven a regar la tierra con su sangre. Y cada 3 de mayo España vuelve a renacer de esa sangre sagrada, como una flor nueva.

Imagen: "Los fusilamientos del 3 de mayo", de Don Francisco de Goya (detalle).




lunes, 31 de enero de 2022

Una pintura de Luis de Madrazo



Esta pintura de 1855 obra de Don Luis de Madrazo y Kuntz muestra el momento en el que tras la victoria en Covadonga, primera en Hispania sobre los moros después de una década desde la invasión, Don Pelayo es proclamado, allí mismo, como primer Rey de Asturias. El principio de la Reconquista. 

La invasión mora y derrota y muerte del Rey de Hispania Don Rodrigo fue en el año 711.

La victoria de Covadonga y proclamación regia de Don Pelayo fue en 722.

Don Pelayo falleció en el año 737.



jueves, 6 de enero de 2022

Efemérides de 2022, VII


Hace 500 años (en 1522)


3 de febrero: Guerra de las Comunidades: Toledo se rinde a las tropas de Carlos I.

27 de abril: Batalla de Bicoca: El ejército de Carlos I vence a las tropas combinadas de Francia y Venecia.

2 de julio: Fallecimiento de Antonio de Nebrija, humanista y gramático, autor de la primera gramática de la lengua castellana, publicada en 1492.



6 de septiembre: Juan Sebastián Elcano llega al puerto de Sanlúcar de Barrameda, culminando la primera vuelta al mundo. 


Tras Sanlúcar remontaron el Guadalquivir hasta Sevilla, donde desembarcaron, momento que recoge este cuadro de Elías Salaverría. 18 hombres extenuados habían realizado una gesta histórica.


En 1522 también Costa Rica recibió su nombre por el conquistador Gil González Dávila. 

jueves, 23 de diciembre de 2021

De la República de Inglaterra (1649-1660)



Retrato de Oliver Cromwell, 
Lord Protector de Inglaterra entre 
1653 y 1658.
Obra de Samuel Cooper (1656)



Sólo ha habido dos repúblicas en España, la primera entre 1873 y 1874 y la segunda entre 1931 y 1939. En el caso de Inglaterra sólo hubo una. La guerra civil inglesa, en el siglo XVII, entre el Rey Carlos I y el Parlamento inglés, se saldó con la victoria del Parlamento, que decapitó al Rey y proclamó la República en 1649. El Parlamento inglés había declarado la guerra al Rey Carlos I porque decían que abusaba de su poder y despreciaba las prerrogativas del Parlamento, haciendo cosas como decretar impuestos sin el permiso de las Cortes. Sin embargo Oliver Cromwell, quien pronto se declaró "Lord Protector" de Inglaterra, practicó un gobierno no menos autoritario y personalista que el del Rey al que había decapitado. En 1660 la República de Inglaterra, víctima de sus contradicciones y de la incapacidad de Richard Cromwell tras suceder a su padre Oliver como Lord Protector, es disuelta y Carlos II, hijo del Rey decapitado once años antes, es coronado como nuevo Rey. Inglaterra ha seguido siendo una monarquía hasta nuestros días. Oliver Cromwell y su hijo Richard son los únicos Jefes de Estado ingleses que no han sido reyes. 

sábado, 16 de octubre de 2021

Troppo vero



Retrato del Papa Inocencio X, 
Por Diego Rodríguez de Silva Velázquez. 
1650
Galería Doria Pamphili, 
Roma. 


Los Papas no posaban para cualquiera. Pero ese español, ese tal Velázquez que llevaba un tiempo por Roma venía con la vitola de ser pintor de cámara de Felipe IV, el Rey de España. Así que Inocencio X accedió a posar para él. 

Cuando el retrato estuvo terminado el pontífice, impresionado, sólo acertó a decir "troppo vero", o sea demasiado veraz, demasiado verdadero. Pagó a Velázquez con una cadena y una medalla de oro, que se encontraron diez años después entre las posesiones del pintor, tras fallecer. 

Respecto al retrato de Giovanni Battista Pamphili (éste era el verdadero nombre de Inocencio X) nunca salió de manos de su familia, a quienes aún pertenece. Primero a los Pamphili y luego a los Doria-Pamphili, tras unirse los dos linajes. Hoy puede verse en Roma en la galería Doria-Pamphili, el museo en donde la ilustre familia italiana expone lo mejor de su patrimonio. 


jueves, 7 de octubre de 2021

450 años de la batalla de Lepanto


Hace 450 años, el 7 de octubre de 1571, se libró en aguas griegas una de las batallas más importantes de la historia del mundo: la batalla de Lepanto. En ella la Santa Liga, una escuadra combinada del reino de España, los Estados Pontificios y las repúblicas de Venecia y de Génova, se enfrentó al imperio turco. Se trataba, ni más ni menos, de defender la civilización cristiana occidental.

Honra a aquellos que lucharon en Lepanto, defendiendo su forma de vida, su libertad. Honra a los grandes jefes de la escuadra, como aquel Don Juan de Austria hermano del gran Rey Felipe II o como aquel Don Álvaro de Bazán que jamás perdió una batalla. Honra también a los simples soldados como el ilustre Miguel de Cervantes, que en Lepanto quedó manco, que luego estuvo preso en Argel y que después escribió una de las novelas más importantes de la historia de la literatura. Gloria eterna a aquellos marinos. 



"Cervantes en Lepanto", 
obra pictórica de 
Augusto Ferrer-Dalmau 



martes, 21 de septiembre de 2021

"Lírica cuántica", de David López Sandoval





Un haiku es un breve poema de tres versos. El primer verso y el tercero han de tener 5 sílabas. El segundo y central verso de la composición, 7 sílabas. Es un tipo de poema originado en Japón. Son como gotas de poesía, en vez del torrente de formas más largas. Es un instante concentrado. El poeta David López Sandoval, que ha demostrado en otros libros su buen saber hacer en otras formas poéticas más extensas, y propiamente occidentales, como el soneto, demuestra en esta compilación de haikus (creo que el plural correcto es "haikai"), titulada "Lírica cuántica", que también puede desenvolver con acierto su talento poético en esta breve forma poética oriental. El libro va ilustrado por varios y buenos artistas. Por cierto : para futuras ediciones propongo la inclusión de un índice de ilustraciones. Aunque se indican los nombres de los artistas falta saber qué ilustraciones corresponden a cada uno de ellos.

LÍRICA CUÁNTICA 
David López Sandoval 

Editorial Tres Fronteras, 2021

Ilustraciones de:
Fernando Muñoz Ubiña
Isidoro Martínez Sánchez 
Remedios Pérez Juan 
Juana Fernández Amor



martes, 8 de junio de 2021

Jorge Luis Borges, sobre su hermana Norah


Jorge Luis Borges definió a su hermana, la pintora Norah Borges, en este estupendo prólogo de un catálogo de las obras de ella:

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No sé a qué margen del gran río barroso, que un escritor ha bautizado con el nombre de Río Inmóvil, puedo atribuir mis primeros recuerdos de mi hermana. Si corresponden a la margen derecha, que es la de Buenos Aires, debo pensar en unos patios de baldosas coloradas, en un jardín con una palmera y con ceibos y en un barrio modesto; si en la margen izquierda, la de Montevideo, en la gran quinta de mi tío, Francisco Haedo, inagotable y honda, con un mirador de cristales de diversos colores, con muchos árboles, con una pileta sombreada, con un arroyo casi secreto, con dos glorietas y con dos bancos de mampostería en la acera. Los lugares que he enumerado nos servían para fines escénicos. Compartíamos las ficciones de Wells, de Verne, de Las mil y una noches y de Poe, y las representábamos. Puesto que sólo éramos dos (salvo en Montevideo, donde nos acompañaba mi prima Esther) multiplicábamos los roles y éramos, de un momento a otro, las cambiantes personas de la fábula. Habíamos inventado dos amigos inseparables, que se llamaban Quilos y el Molino. Un día dejamos de hablar de ellos y explicamos que se habían muerto, sin saber muy bien qué cosa era la muerte. Otras memorias guardo de largas playas, de andar a caballo por el campo y de arroyos tortuosos. Dejada atrás la infancia, en otras tierras conoceríamos Ginebra, el Ródano y el Mar Mediterráneo. 


Norah, en todos nuestros juegos, era siempre el caudillo; yo, el rezagado, el tímido y el sumiso. Ella subía a la azotea, trepaba a los árboles y a los cerros; yo la seguía con menos entusiasmo que miedo. En la escuela el contraste se repitió. A mí me intimidaban los chicos pobres y me enseñaban con desdén el lunfardo básico de aquellos años; no dejaba de sorprenderme que en casa no me hubieran instruido en las voces más comunes del habla. Mi hermana, en cambio, dirigía a sus compañeras. A algunas, las más tontas, les refería complejas y disparatadas historias que ellas no han acabado aún de entender. Nuestro breve universo era cerrado. En casa tuvimos libertad, no fuimos asediados con restricciones; mi padre, profesor de psicología, creía que son los chicos los que educan a los mayores. Con una de nuestras abuelas hablábamos de un modo y con otra de otro; el tiempo nos enseñaría que esos dos modos eran la lengua castellana y la lengua inglesa. Cuando era muy niña Norah no aceptaba una golosina si no me daban la mitad.


Nuestras infancias, como es natural, se confunden, pero siempre fuimos distintos. Sin embargo, nunca dejamos de entendernos; a veces, bastaba una mirada cómplice, otras, ni eso siquiera. Durante toda la adolescencia la envidié porque se encontró envuelta en un tiroteo electoral y atravesó la plaza de Adrogué, un pueblo del Sur, corriendo entre las balas. 


Fuera de mis manías, que son muchas, y que ahora abarcan el islandés y el anglosajón, suelo juzgar a las personas por la inteligencia y el valor; Norah, por la bondad y, lo que es más singular, por el parentesco. A mí la gente de mi sangre me atrae pero prefiero a los que han muerto, que puedo imaginar a mi modo; a mi hermana le encantan los parientes, esos primos segundos y terceros, aun cuando vienen de visita. Hace años nos revelaron la existencia de una nieta natural de un abuelo nuestro. Ante la noticia Norah exclamó: “¡Otra persona que adorar!”. 


Profesa como yo, el culto de nuestros mayores; cuando fue por primera vez a Inglaterra, nos escribió que hojeaba los libros de los estantes callejeros y sentía, al volver las hojas, que esas queridas e invisibles presencias, iban siguiendo la lectura sobre sus hombros. Abunda en el amor de toda la gente; desde niña había elegido los nombres de sus hijos y de sus hijas. Cada noche rezaba para que todas las personas estuvieran tranquilas en sus casas y los animales en sus cuevas y en sus pesebres. Siempre tendió a considerar la estupidez como una suerte de inocencia; dijo que una amiga suya, de notoria simplicidad, era “como una rosa blanca”. Sin embargo, sabe juzgar; durante la primera guerra mundial llegamos a Lauterbrunnen, en Suiza, y Norah bajó para explorar el hotel. Al rato volvió muy alborotada para revelarnos que en el vestíbulo había un señor muy importante, “un señor que debe de haber sido en su tiempo una gran nulidad”. 


Como todas las mujeres inteligentes y lindas, no dejó nunca de pensar que los hombres eran muy simples. Hace unos años, entre las barras del zoológico, todos admiraban al tigre; Norah dijo como si pensara en voz alta: “Está hecho para el amor”. 


Literariamente, nunca he logrado convertirla al Quijote, a Dante o a Conrad; en cambio compartimos el amor de Eça de Queiroz, de Rafael Cansinos Asséns y de Dickens, inventor o descubridor de la soledad de la infancia y de sus inconfesables miedos. No pude acompañarla en su admiración por La Città Morta de D’Annunzio. Días pasados me dijo que su libro de cabecera era ahora The Woman in White de Wilkie Collins, libro que en su tiempo gozó de la preferencia de Swinburne. 


Hacia mil novecientos veinte, año en que regresamos de Europa, me ayudó a descubrir la ajedrezada y desparramada ciudad de Buenos Aires, nuestra patria. Durante la segunda dictadura, hacia mil novecientos cuarenta y cuatro, padeció un mes de prisión por razones políticas; para no afligir a mi madre, le escribió que la cárcel era un lugar lindísimo. Aprovechaba el obligado ocio para enseñar dibujo a sus compañeras de encierro, que eran mujeres de la calle. Cada noche rezaba su Padrenuestro y se quedaba dormida inmediatamente. 


A diferencia de Milton y de Nietzsche, prefirió siempre el Nuevo Testamento al Antiguo. Le desagrada discutir y evade, generalmente con una frase cariñosa, la discusión, que en modo alguno altera sus actos ni sus ideas. 


Pueblan sus días el ejercicio del arte y de la amistad. No recuerdo una época en que no le gustara dibujar. En Ginebra estudió dibujo con el profesor Sarkisoff y admiró mucho a Ferdinand Hodler. Cuando fuimos a España su profesor Sarkisoff le dijo: “… y sobre todo no se dedique a imitar a un Zuloaga cualquiera”. En el Museo del Prado en Madrid descubrió que una tela era apócrifa dos o tres años antes que los expertos. 


Cuando Norah ensayó la litografía, escribía poemas, pero los destruyó para no usurpar lo que ella juzgaba mi territorio. Recuerdo haber entrevisto una línea cuyo tema era Italia, “tierra donde el arado del campesino puede revelar el mármol de un busto”. Publicó asimismo generosas críticas de arte en una revista casi secreta, Los Anales de Buenos Aires, y las firmó, para no alardear de escritora, con el seudónimo de Manuel Pinedo. Otra vez la misma delicadeza. 


Una de sus primeras pasiones fueron los expresionistas alemanes; pintaba crucifixiones, flagelaciones, martirios y violentas contorsiones de mártires. Ahora, como Stefan George, piensa que uno de los fines del arte es dar serenidad. Escribió en una encuesta en La Nación: “El fin de la pintura es dar alegría por medio de los colores y de las formas”. Una vez me aconsejó que no dijera nada que no diera alegría a alguien. Descree del arte ingenuo; planea geométricamente cada una de sus telas. Y si pinta ángeles, es porque está segura de que existen. Amó profundamente a los genuinos prerrafaelistas de Italia y a sus continuadores ingleses del siglo XIX. Le agradan artes y épocas muy diversas, pero ahora la incitan a pintar los frescos del Palacio de Knosos y lo arcaico griego, las figuras del Pórtico de San Isidoro de León, el arte románico, las tapicerías de Flandes del siglo XIII, Lippi y Fra Angelico, el Giotto y Botticelli, Memling. Incomprensiblemente para mí, admira las telas del Greco cuyos paraísos, abarrotados de báculos y de mitras, me parecen más espantosos que muchos infiernos. Le impresionan los arlequines de Picasso y los caballos de De Chirico. Últimamente se ha enamorado del arte celta que no tolera los espacios en blanco. Pero le importan las escuelas menos que los pintores y los pintores menos que cada obra. 


Es una minuciosa y rápida retratista, pero sólo dibuja los rostros que verdaderamente le interesan. A un pintor que preparaba la exposición de una galería de escritores y otra de cirujanos, le preguntó cómo podía saber de antemano que todas esas caras iban a despertar su atención. 


Norah padeció la desdicha, que bien puede ser una felicidad, de no haber sido nunca contemporánea. Cuando en la década del veinte regresamos a Buenos Aires, los críticos la condenaron por audaz; ahora, abstractos o concretos —las dos palabras son curiosamente sinónimas— la condenan por representativa. 


No dejó nunca de atraerle el pasado inmediato: las quintas del Oeste y del Sur, los jarrones y las glorietas, los anillados llamadores de bronce, los medallones que acaricia una mano, las balaustradas, un laúd, también los ángeles musicales, las niñas, los adolescentes que unen la serenidad al asombro. Estas litografías rescatan esos paraísos perdidos de la niñez: los vacíos patios ajedrezados, la campesina casi niña que acuna contra el pecho al hijito, el inexplorado globo terráqueo que mira el absorto estudiante, la fuente de Nîmes que recuerda las escaleras, los mármoles y el follaje del parque oscuro de Adrogué, esa joven que medita y sueña asomada a la ventana y a las imaginarias amigas que silenciosamente comparten un pequeño libro secreto. Empezó siendo rígida, casi heráldica: después, su mundo se abrió a las formas trémulas de los pétalos, de los árboles y de los pájaros. La hospitalidad de su espíritu se advierte en las compartidas manos de las amigas, en las ternuras de imágenes como “Tobías y el ángel” y en esos graves y distantes jóvenes que transfiguran los soñados por Proust. 


Juzgar a una persona cercana y muy querida es correr el riesgo de que nuestro dictamen parezca meramente interesado o convencional. Se teme exagerar o retacear el merecido elogio. En el caso presente sé que a mi lado hay una gran artista, que ve espontáneamente lo angelical del mundo que nos rodea, tan desaprovechado por otros cuya costumbre es la fealdad. 


Escribir este prólogo ha sido para mí una suerte de necesaria felicidad. Mucho le debo a Norah, más de lo que pueden decir las palabras, menos de lo que pueden significar una sonrisa y el compartido silencio. 



    Buenos Aires, julio de 1974








domingo, 4 de abril de 2021

La última cena, de Leonardo da Vinci




Hay mucho para analizar en esa obra. Para empezar, no es un cuadro que pueda trasladarse a otro lugar. Es un fresco, o sea una pintura sobre pared. Por tanto, permanece en el mismo lugar en el que fue pintado hace más de quinientos años, una pared de un convento de Milán (Italia). Fijaros en que en la parte de arriba la pared se quedó sin pintar. Los sucesos de la época afectaron la realización de la obra (el ducado de Milán era entonces disputado entre España y Francia, y el duque de Milán que pagaba a Leonardo por su arte, Ludovico Sforza, fue derrocado por los franceses en 1499). Así que la pintura de este muro quedó inacabada, porque Leonardo perdió a su mecenas. Por suerte pudo llegar a terminar la parte principal de la obra, que es la representación de la última cena.
Otro aspecto es que los 12 apóstoles están divididos en cuatro grupos de 3 apóstoles por grupo. El 3 es un número sagrado en muchas religiones. En el catolicismo existe la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La Sagrada Familia también son tres (la Virgen María, San José y Jesús). Jesús resucita al tercer día después de su muerte. San Pedro niega tres veces a Jesús. Etcétera. En el fresco de Leonardo, al fondo, hay tres ventanas que se abren al cielo.
Jesús tiene la mano derecha con la palma hacia abajo, hacia lo terrenal, y la izquierda hacia arriba, a lo celeste. En el cuadro "La escuela de Atenas", de Rafael (obra una década posterior a la de Leonardo) Platón señala hacia el cielo y su discípulo Aristóteles al suelo. A Socrates y Platón se les ha llamado precristianos por sus ideas sobre el mundo de las ideas y los arquetipos, mientras que Aristóteles es un filósofo más terrenal, más interesado por las cosas del mundo físico.







martes, 2 de marzo de 2021

De Alfonso X


 Retrato de Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla y León, obra de Joaquín Domínguez Bécquer (tío segundo del famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer). Cuelga en el Ayuntamiento de Sevilla. Alfonso X heredó la corona de su padre San Fernando III en 1252, a sus 31 años. Reinó otros 31 años, falleciendo en 1284 a sus 62 años. Siendo príncipe conquistó el reino de Murcia en nombre de su padre. Al ser hijo de una princesa alemana, Beatriz de Suabia, quiso optar a la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, sin conseguirla. Su hijo Sancho el Bravo emprendió una guerra civil contra él. Murcia y Sevilla fueron las ciudades más importantes que no abandonaron a Alfonso en esta guerra. Por ello sus restos mortales fueron divididos entre ambas urbes. Alfonso fue un rey poeta, lector y escritor. Fundó en Toledo la Escuela de Traductores, uno de los centros intelectuales más importantes de la Europa de su tiempo. Como escritor destacan muchas de las composiciones poéticas tituladas "Cantigas de Santa María": poesías del rey fueron publicadas mezcladas junto con las de otros autores en el libro así titulado. Las cantigas atribuidas al rey se cifran entre diez y cien. Aunque su hijo Sancho le hizo la guerra y Alfonso por ello le desheredó, tras su muerte en 1284 Sancho IV se ciñó la corona de Castilla, sin respetar la voluntad paterna.


De Fernando III




Fernando III, Rey de Castilla y León, tal y como aparece en un cuadro del Museo del Prado obra de Carlos Múgica Pérez. Fernando III, que empezó a reinar en 1217, supo aprovechar la debilidad andalusí después de la victoria cristiana en Las Navas de Tolosa (1212). Tras las conquistas de Fernando III y de su hijo Alfonso X en Andalucía y Murcia la Reconquista quedó prácticamente terminada. El Rey Fernando III, fallecido en 1252 a sus 50 años, fue canonizado como santo por la iglesia católica en 1671, por el Papa Clemente X.




sábado, 7 de noviembre de 2020

Vértigo


Versión de un poema escrito por mi estimada amiga María José Contador


VÉRTIGO 


Siento fuerte la llamada

estos días, del vacío. 

Vendrán leves de equipaje

días repletos de nada.


Las pérdidas ya olvidadas 

llagas fueron, desvaríos,

partes duras de mi viaje.

Llega la noche cerrada, 


anegada de un silencio

que es inmenso vocerío. 

Darme intento un homenaje,


pero algo ensombrece mi ocio,

¿por qué este escenario umbrío 

es de mi alma igual paisaje? 




La noche estrellada, de Vincent Van Gogh


El poema original:


lunes, 13 de abril de 2020

UT PICTURA


Micro relato obra de María José Vidal Prado, incluido en su recopilación Arena, que mereció el primer premio en el certamen LuchaLibro Canarias 2015 y fue publicada por la editorial Baile del Sol en 2016.


UT PICTURA

Quería, Goya, ir a ver tu cuadro de Saturno. Quería, Goya, porque siempre he sentido que yo era ese hijo. Pero me aterrorizaba la cola de gente, me aterrorizaba pensar que tantos esperábamos y pagábamos para sentir lo mismo; y más me asustaba todavía pensar en todos los que pasarían sin saber que tu cuadro era su espejo.

Por eso nunca fui al museo. Me quedé en casa, sintiendo cómo sucedía. No tenía que ir. Yo ya era tu materia. 


(c) María José Vidal Prado, 2016


sábado, 21 de septiembre de 2019

Un poema de Guillermo Carnero



De su libro Verano inglés
(Tusquets, 1999)


CAMPO DE MAYO

En mi pecho florido
que entero para él solo se guardaba.
SAN JUAN DE LA CRUZ

Vaga sin rumbo el viento en los campos de Mayo
como caricia lenta sobre la piel morosa, 
y me trae el rumor de las rubias espigas. 

Cabecean y rolan y ascienden, dibujando
formas en un instante disipadas, 
montecillos de luz y oleadas de oro
que bosquejan tu cuerpo en la fuga del aire.

Veo latir la ofrenda del trigal 
bajo el Sol tan inerme y tan desnudo, 
tan inocente y joven bajo el azul del cielo, 
territorio de paz tan luminoso. 

El tiempo me ha vencido al llegar a este valle 
donde no estuve el día de la mejor belleza, 
jardín inaugural de frutas ofrecidas, 
de fuentes alumbradas, de corolas desnudas.

Y volveré a faltar cuando el tiempo me alcance 
en la próxima siega, para gloria de otros:
pasarán sobre él y será suyo, 
y dejarán un rastro de sudor y de polvo. 

Sólo habré sido dueño de una imagen dorada,
engaño de los ojos por capricho del viento.


Édouard Manet 
"Almuerzo sobre la hierba"

domingo, 14 de abril de 2019

Un prodigioso drama



Muerte de Julio César, de Vincenzo Camuccini (1798)


La puñalada que más le dolió a César, de las veintitrés, fue la que le asestó Bruto, hijo de una amante suya y a quién quería como si hubiera sido hijo propio. Tras el asesinato Marco Antonio, el mejor amigo de César, encabezó la guerra contra Bruto y otros de los asesinos. Tras la guerra, que ganó, Antonio marchó a Oriente y se lió con Cleopatra, la reina de Egipto, que también había sido amante de César. Cleopatra parece que le comió la cabeza a Antonio para hacerle separar la parte oriental del imperio, que gobernaría Cesarión, hijo de César y Cleopatra. Octavio, sobrino nieto de César, defendió la integridad del imperio y venció a Cleopatra y a Antonio en Accio o Actium, una decisiva batalla naval en Grecia. Tras caer derrotados Cleopatra y Antonio se suicidaron, Egipto fue anexionado a Roma y Octavio se proclamó Augusto, el primer emperador. Todo este prodigioso drama transcurrió en sólo 17 años, entre el 44 antes de Cristo (asesinato de César) y el 27 antes de Cristo (Octavio se proclama Augusto). La derrota (batalla de Filipos) y posterior suicidio de Bruto fue en 42 aC. La derrota (Accio) de Cleopatra y Antonio fue en 31 aC y sus posteriores suicidios fueron en 30 aC.


viernes, 5 de abril de 2019

Un poema de Fernando de Villena



De su libro Siglos de Oro, quinto de sus Siete libros del Mediterráneo.



DE ANDREA NAVAGIERO, EMBAJADOR DE LA SEÑORÍA, AL DUX DE VENECIA


Con el nuevo camino que han hallado
los lusiadas, señor, África abajo,
un camino que ignoro si es atajo
para juntar las Indias con su estado;

con las tierras tan ricas que han logrado,
derrotando salvajes a destajo,
los españoles, no sin gran trabajo,
del océano grande al otro lado,

negra es la suerte que a Venecia toca,
incierto tal la noche su futuro;
golpe letal nuestro comercio hiere.

Solución, mi señor, yo encuentro poca:
disponerse a vivir un tiempo duro
ya que el Mediterráneo se nos muere.

(c)Fernando de Villena 




Retrato de Andrea Navagiero, 
por Rafael Sanzio



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