Fernando Merlo (1952-1981) no fue un poeta de fácil lectura. Atraído por la vanguardia, por los experimentalismos, escribió textos incomprensibles. Sin embargo, aprovechado lector de clásicos como Francisco de Aldana, Merlo sabía también escribir correctísimos sonetos. Su absurda muerte a los veintinueve años (por un pico mal dado de heroína) nos privó de una obra que, en madurez, habría dado seguro grandes frutos. Escatófago, las que él quiso sus poesías completas (excluyó de ellas bastantes textos), incluye textos escritos entre 1968 y 1972, mas después de su muerte se incluyeron también dos sonetos que Merlo escribió en 1981, el año de su muerte. El segundo, que reproduzco aquí, es magnífico, y habla de lo que, desgraciadamente, habría de matarle, la heroína.
A SUS VENAS
y de amarillo cieno revestidos,
eran la flor azul de los sentidos,
que hoy descubre sus pétalos ajados.
Besos verdes de aguja en todos lados
hieren la trabazón de los tejidos
y denuncian los brazos resentidos,
la enigmática piel de los drogados.
Las que llevaban vida y alimento
son tibias cobras de veneno breve,
blanco caballo con la sien de nieve.
Trotando corazón y sentimiento
que por las aguas de la sangre vierte
con rápido caudal la lenta muerte.
(c) Herederos de Fernando Merlo
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