A principios de los años 80 la tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la llamada Guerra Fría, no parecía que fuera a acabar pronto. La posibilidad de una guerra nuclear que arrasara el planeta estaba en el aire mucho más que ahora. La génesis de este cómic, El Puño de la Estrella del Norte, y su propio argumento, deben mucho a este estado de cosas. En el cómic, que empezó a publicarse en Japón en 1983, esa guerra nuclear ha ocurrido y, a mediados de los noventa, que es cuando ocurre la historia, el mundo es un lugar desolado donde los supervivientes vagan en busca de agua y comida y donde los fuertes abusan brutalmente de los débiles. Un escenario muy parecido al de las películas de Mad Max. En ese mundo desolado vaga Kenshirô, el último conocedor de un arte marcial milenario que se transmite de padres a hijos. Kenshirô dedica su vida a proteger a los débiles en este mundo cruel y postapocalíptico.
Yo conocí este cómic hace unos 26 años o algo más. En aquella época, principios de los noventa, yo iba los fines de semana muchas veces a casa de unos amigos, hermanos, que tenían muchos cómics, sobre todo japoneses. Uno de ellos era éste, El Puño de la Estrella del Norte. Aquella edición seguramente no era muy buena, como solían ser las ediciones de manga de aquella época, muchas veces versiones de ediciones en inglés de editoras como Viz. O sea, no traducciones directas desde el japonés. Además, se invertían las viñetas, como en efecto espejo, para permitir la lectura en sentido español, de izquierda a derecha, lo que desvirtuaba la intención original de los autores, su visión artística.
La actual edición, como es norma en nuestra época, no presenta estos defectos. Traducida directamente del japonés, y con sentido de lectura japonés, se nos presenta en bonitos tomos de trescientas páginas. El primero acaba de publicarse y es una gozada. La obra de Buronson y Tetsuo Hara ha resistido estupendamente el paso del tiempo. En la oscuridad imperante en el mundo de Kenshirô, su esfuerzo por proteger a los débiles sigue conmoviéndonos.
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