Daskalopetra, la piedra maestra de Quíos
LA PIEDRA MAESTRA
Viene el viento desde el mar homérico,
mece los olivos como antaño, las palmeras,
y resucitan mis viejas nostalgias griegas.
Las olas se suceden perpetuas, alzando
crestas blancas sobre el azul intenso.
A mi mente acude imagen del viejo rapsoda,
mirada profunda hay en sus ojos claros,
enredados en sus pestañas largos rizos.
Olor a sal me llega y a tierra asentada,
graznidos de gaviotas vienen del puerto
antes que el sol se pose sobre cumbres rocosas.
Me asemejo a espigas gramíneas que serán
alimento futuro para múltiples pájaros,
a los errantes guijarros de la playa
como esponjas del calor madurado y húmedo,
a las algas salidas a esta orilla serena
vibrando con música mediterránea e isleña.
Pienso en el mosto hecho vino blanco,
en las flores que serán limón, naranjas
dulces y olivas, granadas y romero tierno.
Mis brazos insisten en ser alas tensas
e iniciar vuelos de amor y libertad terrena
antes que venga la vejez que todo lo altera,
antes de caer noche tremenda y tiempo final,
antes que los sentidos se adormezcan planos,
sin relieve, incapaces de crear leves sombras
sobre las palabras insolubles de la Poesía.
Veo el color del mundo desde la piedra maestra
donde la tradición dice que enseñaba Homero
cara al mar, mirando hacia la otra orilla.
Veo esto como un sentir que abre mi interior,
veo todo esto como un sueño despierto.
© Pedro Mateo
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