Esta obra es una de las mejores que leí en mi vida. Fue escrita por Ayn Rand, filósofa y novelista rusa afincada en Estados Unidos. Su familia vio su negocio expropiado por los bolcheviques y ella se exilió en cuanto pudo. El libro está soberbiamente escrito, con algunos momentos de gran intensidad, como el discurso de Hank Rearden ante los jueces. Narra el enfrentamiento entre los industriales que sostienen Estados Unidos y las personas, infiltradas en todos los estratos (también en la propia industria, y en el gobierno) que creen que dichos industriales deberían de trabajar en favor del interés público, y no de sus beneficios. Los industriales "egoístas" empiezan a desaparecer, y el país inexorablemente se va a la ruina y a la parálisis. No diré más sobre el argumento.
Los principales personajes son:
-Dagny Taggart. Es la vicepresidenta de operaciones de Taggart Transcontinental, una gran empresa de ferrocarriles fundada por su antepasado Nathaniel Taggart y presidida por su hermano James Taggart. Es una mujer fuerte, capaz de manejarse con soltura en un mundo (el de los negocios) de hombres.
-Hank Rearden. Es el presidente y propietario de Rearden Steel. Inventor de un nuevo metal, mejor que el acero. El intento del gobierno de quitarle el metal (los derechos sobre el mismo) es uno de los motivos sobre los que descansa la obra. Hank y Dagny representan lo mejor del espíritu emprendedor e individualista del ser humano.
-Francisco d'Anconia. Es el último de una antigua familia, y dirige la empresa más antigua del mundo, D'Anconia Copper, especializada en la extracción de cobre. Es una especie de aristócrata sin título nobiliario. Aunque al principio llevó su empresa con seriedad, lleva unos años aparentemente disperso, entre fiestas. Conoce a los hermanos Taggart desde la infancia.
-John Galt. No puedo revelar nada sobre este personaje. La búsqueda de una respuesta a la pregunta "¿quién es John Galt?" es otro de los ejes de la obra.
Esta obra monumental es un tratado, en forma de novela, sobre la libertad, sobre las virtudes del egoísmo racional, y una crítica demoledora del colectivismo. Reivindica la figura del héroe, del individuo excepcional, en línea con Carlyle o Nietzsche. Reclama la necesidad de dejar hacer a dichos héroes (empresarios, inventores), sin ponerles trabas, para alcanzar las mayores cotas de progreso. Es una obra recomendable para quienes se definan como liberales, pero también para quienes, simplemente, amen la buena literatura. Y es, si se quiere ver así, una obra profundamente anticristiana: frente a la imagen cristiana del mundo como valle de lágrimas y su reivindicación del sacrificio por los demás, Rand dice que tenemos derecho a no resignarnos y a buscar la felicidad y el placer, y también que nadie puede exigir a otro que se sacrifique por él, o por otros.
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