El primer párrafo de esta reseña es un comentario que escribí originalmente en mi facebook, el 7 de mayo del presente año.
En 1771 una nación semibarbara, los calmucos, dejó sus tierras en el Volga, huyendo de la tiranía de los zares de Rusia. 340 mil calmucos, hombres, mujeres y niños, murieron en las estepas y desiertos de Asia, víctimas del hambre, la sed y los ataques de los servidores de aquella zarina, Catalina la Grande. Se vivieron escenas de desesperación, crueldad y locura como nunca antes en la Historia. Al final unos 260 mil calmucos lograron llegar a China, donde el emperador Qianlong les permitió asentarse. ¿Cómo es posible que la humanidad haya olvidado este gigantesco y trágico éxodo? Sólo este libro, y poco más, lo recuerda.
Tal vez el título es inapropiado, pues lo de los calmucos fue un éxodo, una huida, y no una rebelión. En todo caso se trata de un ensayo muy recomendable sobre un episodio terrible y poco conocido de la Historia.
Es más conocido por otras obras como "Confesiones de un comedor de opio inglés" o "El asesinato considerado como una de las bellas artes", pero si por una sola obra merece Thomas de Quincey que se le recuerde y lea durante toda la eternidad es por ésta. Cuando uno la lee, las imágenes de miles de desharrapados semibárbaros, huyendo por polvorientas estepas de las tropas de una zarina rusa sanguinaria, acuden vívidamente a la imaginación y la conquistan para siempre.
Es más conocido por otras obras como "Confesiones de un comedor de opio inglés" o "El asesinato considerado como una de las bellas artes", pero si por una sola obra merece Thomas de Quincey que se le recuerde y lea durante toda la eternidad es por ésta. Cuando uno la lee, las imágenes de miles de desharrapados semibárbaros, huyendo por polvorientas estepas de las tropas de una zarina rusa sanguinaria, acuden vívidamente a la imaginación y la conquistan para siempre.
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