Juan Manuel de Prada (en el artículo Decadencia -XL Semanal nº 1453-) cree que un Estado, o una civilización, entra en decadencia cuando no tiene una religión, una idea, que lo rija y por la que esté dispuesto a morir, por la que esté dispuesto a luchar para imponerlo a otros. Cioran creía lo mismo (leer su ensayo Sobre Francia). Sin embargo, si lo civilizado es la duda, es el laicismo, ¿hay que ser un bárbaro, un fanático, para no ser decadente?. Y, ¿no puede la duda, el laicismo, ser una idea-fuerza también, ha de ser necesariamente una idea debil?
Yo pienso que un Estado donde impera la tolerancia puede ser fuerte si tiene claro que se puede tolerar todo salvo la intolerancia, salvo las ideas de odio. El fanatismo es fuerte porque no tolera nada que no sea su propia idea-fuerza. El laicismo puede ser fuerte si a su vez se marca un límite y lo tolera todo salvo las ideas fanáticas, intolerantes.
Lo vió bien claro Juliano el Apóstata: él no estaba contra el cristianismo en sí, sino contra el cristianismo cesarista, como idea intolerante, que se quería única. Si Juliano no hubiera muerto en Persia...
Un Estado que hace suya y protege a una idea intolerante, que se quiere única, me parece como un profesor que protegiera a un alumno débil pero testarudo, para que los demás niños de la clase no pudieran expresarse, contradecirle. ¿Avanza así la clase, progresa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario