He empezado 2017 con esta película, y qué bonito ha sido hacerlo así, emocionándome con esta hermosa producción, basada en la exploración de un proceso: el de la reconstrucción de una psique devastada por una inmensa perdida.
Están inmensos Edward Norton, Helen Mirren, Kate Winslet, Keira Knightley, Miguel Peña, todos, hasta el joven Jacob Latimore, como si compartir cartel con algunos de los mejores actores y actrices de Hollywood le hubiera hecho superarse a sí mismo, para no desentonar. Pero Will Smith hace uno de los mejores papeles de su vida. Un día quisiera conocer a este hombre, tan sólo para agradecerle que desde hace más de veinticinco años esté divirtiéndonos, entreteniéndonos o, como en este caso, emocionándonos hasta el hueso. Will es como un viejo amigo que nunca nos falla.
Esta película se asemeja a la reciente Un monstruo viene a verme, porque ambas invitan a la lágrima, y porque en ambas seres más o menos imaginarios intentan sanar un alma herida. Belleza oculta es una película que se sustenta totalmente en el trabajo actoral, en la interpretación: aquí no hay efectos visuales ni trucos que valgan. Si la película se sostiene, y lo hace de maravilla, es por las brillantes actuaciones. Hay escenas, como los diálogos que intercambian los personajes de Keira Knightley y Will Smith, magistrales. En este sentido recuerda a aquella película magnífica donde también aparecía Kate Winslet, Un dios salvaje. Todo en ella, como en esta Belleza oculta, se confiaba a la capacidad de conmover de los actores.
El duelo actoral entre Smith y Knightley, plenos ambos de talento, es uno de los principales atractivos de la película.
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