Anteayer, 27 de diciembre, nos sorprendió la noticia del fallecimiento, a sus 60 años, de Carrie Fisher, famosa en el mundo entero por su interpretación de la princesa Leia en Star Wars. Al día siguiente, 28 de diciembre, su madre, la también actriz Debbie Reynolds, de 84 años, también falleció. No pudo soportar, simplemente, la muerte de su hija. Y es terrible, terrible para los que quedan, para Todd Fisher, que ha perdido en 48 horas a su madre y a su hermana, o para Billie Lourd, hija de Carrie y nieta de Debbie. Pero es también un suceso hermoso, pues nos ha recordado algo que solemos olvidar: que el amor de una madre por los frutos de su vientre es inmenso, lo más grande que existe en el mundo.
Carrie Fisher niña, entre bastidores, observa a su madre, Debbie Reynolds, actuando en los escenarios de Broadway.
Ya están juntas en la eternidad, sea lo que sea eso.
Como friki de nacimiento, y cinéfilo autodidacta estoy un poco hundido por las muertes de ambas, especialmente por la de mi princesa Leia.... cuando alguien así se muere, cuando un personaje así se nos va, se lleva parte de tu infancia....
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