Me entero, estupefacto, del fallecimiento, a los 60 años tan sólo, de Carrie Fisher, nuestra querida princesa Leia. Carrie nos dio con Leia un personaje femenino fuerte, que no se limitaba a esperar a que la rescatase Han Solo o Luke Skywalker, sino que agarraba una pistola láser y disparaba a los malos como sus compañeros hombres, y con ellos corría y saltaba por los pasillos de los destructores imperiales o por las selvas de la luna de Endor. A la joven actriz que hizo de Rey, la heroína del reciente episodio VII de la saga, le dijo "no dejes que te pongan un bikini dorado", interpretando como humillación sexista esa escena de Leia esclavizada y encadenada en el palacio de Jabba el Hutt. Muchos sólo vimos, en cambio, belleza ahí, una imagen icónica para poblar nuestros sueños. Con cadenas y todo Leia no me parecía humillada ni un objeto sexual (o no mayormente esto), sino gloriosa en su deslumbrante juventud, un ícono de belleza que se alza sobre las cadenas y sobre la sordidez del cúbil de Jabba.
Ha fallecido nuestra princesa más querida, que se alzó reinante en nuestras fantasías, que se hundió en el alcohol y las drogas para vencer también esa sordidez (esta vez, del mundo real), que de allí supo salir y contarlo. Heroína en el cine, heroína en la vida, venciendo al monstruo de sus adicciones. Ha fallecido para provocar una lágrima que recorre ahora nuestro rostro y para vivir para siempre, en nuestros corazones.
La vamos a extrañar mucho. Triste, muy triste, se ha ido una parte de mi infancia.
ResponderEliminarCurioso, Mariana, que acabo de responder lo mismo que tú en otro comentario sin ver éste... Un abrazo a ambos.
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