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William Dean Howells fue cónsul norteamericano en Venecia entre 1861 y 1865, mientras su país, Estados Unidos, se dividía y ensangrentaba por la guerra civil. Durante esos años Venecia estaba bajo el dominio austriaco y Garibaldi y el rey Victor Manuel luchaban para unificar Italia. La Serenísima República de Venecia había muerto 64 años antes, en 1797, y sus ciudadanos llevaban mal el dominio extranjero. La gloria de la antigua República se había extinguido y sólo podía apreciarse en los frescos y cuadros de Tiziano o Tintoretto o en la esplendorosa arquitectura de los palazzi que los nobles venecianos habían construido con los beneficios resultantes del comercio, en una época en que Venecia controlaba los mares y tenía abundantes colonias y factorías por todo el Mediterráneo Oriental. En palacios así, en habitaciones alquiladas, vivió nuestro joven cónsul, con su joven mujer, en esa Venecia privada de su antigua gloria pero aún, y siempre, rebosante de belleza. De esos cuatro años, de sus impresiones de Venecia y de los venecianos, nos habla en "Vida veneciana" (Páginas de Espuma, 2009), un libro interesantísimo que os recomiendo.
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