Este libro, sobre todo, me ha servido para saber con qué teóricos e historiadores coincido en mis ideas sobre la literatura, nacidas en mí sin haberles leído a ellos (lo cierto es que nunca me interesó la teoría de la literatura, sólo la literatura en sí). Así, ahora sé que en el tema, por ejemplo, de las generaciones, simpatizo o concuerdo con Pierre Henry Simon, Gonzalo Fernández de la Mora o Ricardo Gullón, en el sentido de que, como ellos, no creo que nacer en años cercanos otorgue semejanza necesariamente, más allá de en el sentido cronológico, a un grupo de escritores. No son los escritores, pienso, lepidópteros, para que pueda crearse un grupo y colocársele la etiqueta «generación del 98» o «generación del 27» y esperar que dichas etiquetas representen a seres con semejanzas esenciales. En lo esencial, cada creador es siempre una isla, aunque por supuesto participe, en menor o mayor medida, del «zeitgeist» o espíritu de su época. Son islas aisladas, aunque en un mar común, los literatos de una época, no islas comunicadas por puentes.
Este ensayo de Amorós es una exposición válida de todos los temas y aspectos de la teoría literaria. Válida y somera, aunque aburrida a veces. Inevitablemente, prefiero leer una buena obra de Valle-Inclán, por ejemplo, antes que un solo párrafo sobre su estilo o sobre lo que representa Valle-Inclán o los literatos de su época en el global de la historia de la literatura. Frente a la letra muerta que disecciona el arte literario, mejor la letra viva del propio arte.
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