El Papa de Roma ha patinado. Este Papa, Francisco, no lo había hecho hasta ahora, pero este primer patinazo suyo me parece grave. Al respecto de los ataques yihadistas a la revista Charlie Hebdo el Papa ha dicho que Charlie Hebdo ofendían a lo que muchos sienten como sagrado. Que si alguien se metiera con su madre él respondería con un puñetazo. Me parece una repugnante justificación de los atentados (aunque luego él diga que no pretende justificarlos) y un sorprendente olvido del evangélico "poner la otra mejilla". A una ofensa verbal se debe responder con la palabra, siempre. Somos seres humanos y no bestias y deberíamos erradicar la violencia física en nuestras disputas. Además de que si la vida es sagrada, como el Papa parece creer, no debería de decir, ni de pensar, nada que sirva de justificación para unos crímenes. Luego está el tema de la libertad de expresión. Voltaire lo expresó bien: "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida por defender tu derecho a decirlo". Eso, morir por defender al que nos ofende o nos contradice, parece mucho más noble, desde mi perspectiva (y debería serlo también desde la perspectiva cristiana, ya que Cristo alentaba, creo, a amar a nuestros enemigos) que el querer matarles, o que justificar de alguna forma a quienes lo hagan. Lo expresó bien David Gistau en su columna de ABC (16/1/15):
Porque no estamos hablando de si Charlie Hebdo es una revista irreverente, que lo es. Ni de si decenas de personas tienen o no derecho a sentirse insultadas, que lo tienen. Estamos hablando de si aceptamos o no que se ejerza una violencia brutal para castigar a quien ofende y de si aconsejamos la autocensura cuando esta violencia es posible. Aquí no deberíamos consentirnos ni un ápice de duda. Y menos aún si la revista no nos gusta. Si nos gusta, ¿qué mérito tiene defender su derecho a no ser ametrallada?
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