Nunca un premio de poesía fue otorgado con mayor justicia. Hay que retroceder dieciséis años. Corría el año 1999 y se anunciaba el fallo del XIV Premio de poesía Hiperión. Resultó ganadora una joven, una niña casi (diecinueve años tan sólo) llamada Carmen Jodra Davó. En su poemario, Las moras agraces, aunaba decir claro, formas clásicas y verso libre, la deuda con los clásicos grecolatinos y con los simbolistas franceses, la atracción por el mal y las inquietudes de la adolescencia. Su maestría era desconcertante, en una autora tan joven. Muchos quedamos deslumbrados. Ahora lo he releído y he quedado asombrado como entonces. Quisiera dejar aquí dos ejemplos de aquel poemario, como homenaje y recuerdo a aquella muchacha y a aquel deslumbre que ahora, siempre, se repite.
CONCUPISCENCIA, III
No comprendo. La sed del agua fría
se calma al tercer trago; la del vino,
otro tanto, y el paladar más fino
se cansa del manjar que requería.
El sueño acaba al empezar el día,
y la pereza al verse en el camino;
todo anhelo se va tal como vino
apenas toma lo que pretendía.
Y sin embargo hay una sed extraña
que mantiene sin fin toda su saña...
Quizá sean cosas de la adolescencia,
pero devoré anoche la manzana
y de nuevo me hallaba esta mañana
trémula toda de concupiscencia
EL CICLO SATÁNICO, V
Cuando una tiene sangre de ramera,
brutal desprecio hacia la mayoría,
tendencia a decir no a todo consejo
e inclinación al mal por el mal mismo,
no podría ser casta aunque quisiera,
integrarse en la masa no podría,
y sin conseguir nada se hará viejo
quien intente apartarla del abismo.
Pero además ocurre
que ella no pondrá nada de su parte.
Ya tiene, y hace, y es, lo que prefiere;
pensar siquiera en la virtud aburre
a quien ha hecho del vicio todo un arte,
y ni encuentra salida, ni la quiere.
(c) Carmen Jodrá Davó
Excelente. Carmen Jodra Davó (Q.E.P.D), el alma busca su camino, al final lo encuentra.
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