Eduardo VII, retratado por Sir Luke Fildes en 1902,
el año de su coronación (aunque reinaba desde el año anterior)
Eduardo VII fue el hijo varón mayor de la reina Victoria de Inglaterra. La gran longevidad de su madre hizo que Eduardo fuera Príncipe de Gales durante casi 60 años, y que heredara la corona con tanta edad que sólo pudo ostentarla diez años, antes de morir. Algo así le pasará también a Carlos, el hijo de Isabel II. Eduardo VII es famoso por la gran cantidad de amantes y de hijos ilegítimos que tuvo. Gonzalo Ugidos, en su obra Chiripas de la Historia, habla de este rey, apodado Bertie el Acariciador. Tras hablar de él, termina diciendo algo con lo que no puedo estar más de acuerdo:
Cien años después de la muerte de Eduardo VII el Acariciador, el pecado aún se refiere sobre todo a la carne, como si no hubiera un libertinaje, una perversión de mayor hondura, en la política, en el dinero, en la ideología o en el pensamiento. Una prostituta es despreciable porque vende su cuerpo, pero hay políticos o filósofos que venden su cerebro y estragan y destruyen mucho más que una mujer de mala vida. El sexo de las mujeres en los cuadros se cubre con una hoja de parra, el cerebro venal de algunos hombres, con los cortinajes de la hipocresía. Más honradas son las mujeres que venden carne que los hombres que venden humo.
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