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Blog personal de José Alfonso Pérez Martínez

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(Luis Cernuda)

martes, 10 de noviembre de 2020

El súbito derrumbe del primer imperio español


Muchos imperios se derrumban poco a poco. Tras largos siglos de decadencia, se produce el fin, que no es sino la culminación de ese largo proceso. No fue así con el primer imperio español. Lo llamo "primero" porque hubo dos, como después veremos. El primero nace cuando tras el final de la Reconquista, en 1492, la reina Isabel I de Castilla sufraga el viaje de Colón hacia el oeste. En los siglos siguientes España se expande. Aunque también tuvo territorios en África o Asia esta expansión se produjo sobre todo en América. 

A finales del XVIII y principios del XIX nada hace prever el final del imperio. El gran enemigo, Inglaterra, no logra arrebatar a España ningún pedazo significativo del imperio: en 1797 Nelson es derrotado cuando intenta conquistar las islas Canarias. Entre 1806 y 1807 se produce un nuevo fracaso inglés en el Río de la Plata. En 1800 México DF, la capital del virreinato de Nueva España, es la ciudad más rica del mundo, mucho más que cualquier ciudad de la España europea. Los reyes se preocupan del bienestar de los habitantes del imperio, donde sea que se encuentren: entre 1803 y 1806 Carlos IV sufraga la expedición filantrópica de Balmis, por la que miles de personas en América, Asia y África son protegidas de la enfermedad de la viruela. En 1792 se funda la universidad de Guadalajara, en México, la última de una larga lista de centros de enseñanza superior construidos por España en su imperio.

¿Cómo un imperio que se encontraba en un buen estado de fuerza pudo derrumbarse como un castillo de naipes en las siguientes décadas? Se debió a dos causas, sobre todo: la invasión francesa y la traición interna. En 1808 Napoleón invade la península ibérica. Se suceden cinco años de guerra. Napoleón acaba derrotado. Pero ocurre algo crucial: Inglaterra, nuestro gran enemigo tradicional (acababan de ser derrotados en el Río de la Plata), nos ayuda contra Napoleón. De repente parece que han hecho las paces con España. Fernando VII coloca a Wellington, vencedor del francés, el collar de la orden del Toisón de oro. Ahora viene el principio del fin: jóvenes criollos, la flor de la América española, hacen amistad con ingleses, acuden a Londres, escuchan ideas nocivas, se dejan contaminar por ellas. Lo que sigue es el fin: las guerras de independencia de la América española, la gran traición de la América criolla. El oro de América es saqueado, acaba en Londres. La rica América española se convierte en un montón de pequeñas repúblicas empobrecidas. Inglaterra, tras numerosas y humillantes derrotas durante tres siglos, ha vencido a España en un suspiro. Con el oro saqueado de nuestro imperio construye su propio imperio, el gran imperio de la reina Victoria. A España sólo le quedan unas islas en el Caribe y en el Pacífico, que en 1898 también acaba perdiendo, a manos de Estados Unidos, vástago de Inglaterra. El segundo imperio español, mucho menos extenso y de vida muy breve, empieza a construirse justo después de la caída del primero. Es un pequeño imperio africano que no dura ni un siglo. Tal vez hable de él en otra ocasión.

 
El primer imperio español hacia 1790

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