Me gusta cuando después que llueve
se queda el aire recién lavado,
y la vista en la claridad puede,
sin frenos, apresar lo lejano.
Me gusta que me hiera dulcemente
el paisaje, los cielos sangrantes
cuando el sol, enorme y rojo, muere,
o los campos verdes, rozagantes.
Me gusta pisar las hojas secas
en los parques grises del otoño,
la lluvia que riega primaveras
y en verano la luz sobre todo,
cegándonos, dorando los cuerpos.
Me gusta entonces saberos vivos,
jóvenes de luz, futuros muertos,
sí, pero entonces eternos, míos.
Oíd: se pierde la juventud,
se pierde y deja cuerpos heridos,
almas muy oscuras sin su luz.
Se pierde la gracia, mas seguimos.
Luego otros dones, es cierto, llegan:
la experiencia, luz cálida, calma,
la mirada que otorga la edad,
y la lentitud querida al alma.
-José Alfonso Pérez Martínez,
23 de mayo de 2013-
No hay comentarios:
Publicar un comentario