Emil Cioran, el filósofo francés de origen rumano, escribió:
deberíamos haber sido dispensados de arrastrar un cuerpo, bastaba el peso del yo.
Buda sin embargo dijo (Buda, como Sócrates y como Jesucristo, no escribió nada), que no existe el yo. Como Desmond Biddulph y Darcy Flynn explican en su libro Enseñanzas del Buda:
los seres humanos desperdician mucho tiempo y energías intentando crear una sensación de mi y mío. Ésta es artificial y se aleja de lo que uno es de verdad, siendo de hecho, una fuente de orgullo y narcisismo egoísta.
Yo creo que el concepto del yo está mucho más arraigado en Occidente, aquí es un concepto que surge de forma natural por el individualismo que prima en la sociedad. Es fácil sentir que eres un ser con personalidad propia, separado enteramente del resto, en una sociedad en la que, por ejemplo, se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre. Sin embargo, en Oriente, donde las doctrinas e ideologías colectivas han imperado e imperan aún, donde no se entiende al individuo más que como miembro de un partido político, de una escuela, de un clan o de una secta, es natural que cueste más imaginar una individualidad separada y surjan doctrinas como la del sin yo budista (anatman), en la que no existe algo llamado alma, algo llamado yo. Es un concepto difícil de asimilar para un occidental, pero natural, seguramente, en Oriente.
Corto pero detonante, no había pensado el YO en una perspectiva oriental . . .
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