Por estar contigo

Blog personal de José Alfonso Pérez Martínez

"Estas líneas escribo,
únicamente por estar contigo"
(Luis Cernuda)
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lunes, 5 de septiembre de 2016

Pequeño Buda (1993)



Una religión puede definirse como una serie de creencias que no tienen que ver con la razón (que son, por tanto, irracionales), pero en quienes muchos creen porque proporcionan  sentido a la vida o consuelo o esperanza ante la muerte. La religión más popular en Europa y América, en sus diversas variantes, es el cristianismo, aunque por supuesto hay muchas otras religiones en el mundo (y mucha gente, también, que no tenemos religión). La religión que tal vez me parece más interesante (para empezar, porque no es teísta, no hay un dios al que rezar) es el budismo. Esta película de Bertolucci, en la que Keanu Reeves hace de Siddhartha Gautama, el Buda, narra de forma sencilla la historia de este líder religioso que vivió seis o siete siglos antes de Cristo, en lo que ahora es Nepal (entre la India y China). El protagonista es Jessie, un niño estadounidense, al que visitan unos monjes budistas que creen que puede ser la reencarnación de un lama, su maestro. El budismo cree en la reencarnación, cree que nos reencarnamos en un ser, luego en otro y en otro... pero cree que esta sucesión de reencarnaciones es una maldición, porque así el alma no escapa de este mundo, en el que predominan el dolor y el sufrimiento. Buda es venerado porque él sí logró, dicen, escapar de la sucesión de reencarnaciones, alcanzando un estado llamado "nirvana", en el que el alma se hace una con el cosmos, se libera.
Recomiendo esta película como material para educadores, y para todo aquel que sienta interés por otras religiones y culturas.

Un fragmento:


domingo, 6 de octubre de 2013

Andar bajo la sombra...



Estatua en un bosque de Hakone, al sur de Tokio. 


Andar bajo la sombra
de árboles milenarios
hacia un vetusto templo.
Todo es allí quietud,
y en tu alma ves nacer
la calma soberana
que en la estatua de Buda
la sonrisa emanara.
Idéntica sonrisa
ves formarse en tus labios.
Te cierras en ti mismo
y así te abres a todo,
pues todo lo que existe
es hermano cercano.
El ave eres y el río,
el ciervo eres y el árbol, 
siendo tú, sin salir 
de ti, hallandólo todo
en ti, en lo que eres tú.
El árbol te cobija:
tú mismo te cobijas.
Sabes que aquel que daña
a la tierra, a sí mismo
se daña. Te levantas
y andas de otra manera,
pues ya no eres quien eras.

-José Alfonso Pérez Martínez, 6 de octubre de 2013-


miércoles, 18 de septiembre de 2013

De la renuncia


Se dice en el Tao Te King:

Quien se apega a las cosas
siembra su desdicha.

Y en el Dhammapada:

Es un brahmán quien se ha liberado de todos los vínculos humanos y celestiales.


Hay que saber despedirse de las cosas del mundo como el que borra las formas que antes dibujó en la arena.

Somos, cuando algo o alguien se hace nuestro, como el que dibuja en la arena.

Sepamos ser también el que impasible ve cómo se deshace el dibujo.

Somos también, para otros, un dibujo de arena, que la muerte deshace. Sepamos partir, disolvernos en el universo, nuestros átomos como granos en el viento cósmico, sin un lamento, como no se lamenta la arena cuando el viento la arrastra.

En el budismo theravada la renuncia (nekkhama) es una de las diez cualidades mentales que conducen a la iluminación.

En un universo en el que todo muere es una cualidad conforme al todo, una forma en que la mente, como un líquido, aprende a ajustarse a la naturaleza de su recipiente. Pues el cuerpo, recipiente de la mente, es inevitablemente mortal. Un ser que no sepa renunciar sufrirá, de todas formas, la pérdida de todo, de sí mismo. Mejor si sabe adaptarse a esa inevitabilidad.

Nacemos con un grito, sepamos morir serenamente.

-José Alfonso Pérez Martínez, 18 de septiembre de 2013-





miércoles, 19 de junio de 2013

El peso del yo


Emil Cioran, el filósofo francés de origen rumano, escribió: 

deberíamos haber sido dispensados de arrastrar un cuerpo, bastaba el peso del yo. 

Buda sin embargo dijo (Buda, como Sócrates y como Jesucristo, no escribió nada), que no existe el yo. Como Desmond Biddulph y Darcy Flynn explican en su libro Enseñanzas del Buda:

los seres humanos desperdician mucho tiempo y energías intentando crear una sensación de mi y mío. Ésta es artificial y se aleja de lo que uno es de verdad, siendo de hecho, una fuente de orgullo y narcisismo egoísta. 

Yo creo que el concepto del yo está mucho más arraigado en Occidente, aquí es un concepto que surge de forma natural por el individualismo que prima en la sociedad. Es fácil sentir que eres un ser con personalidad propia, separado enteramente del resto, en una sociedad en la que, por ejemplo, se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre. Sin embargo, en Oriente, donde las doctrinas e ideologías colectivas han imperado e imperan aún, donde no se entiende al individuo más que como miembro de un partido político, de una escuela, de un clan o de una secta, es natural que cueste más imaginar una individualidad separada y surjan doctrinas como la del sin yo budista (anatman), en la que no existe algo llamado alma, algo llamado yo. Es un concepto difícil de asimilar para un occidental, pero natural, seguramente, en Oriente.

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