Estoy releyendo ahora, en esta edición de Espasa Calpe de 1999, el clásico y formidable repertorio de relatos "Ficciones", del maestro argentino Jorge Luis Borges. Borges fue uno de los mejores escritores de literatura fantástica del siglo XX, y ésta es una de sus mejores obras. Reúne dos libros publicados en principio por separado: "El jardín de senderos que se bifurcan" (1941) y "Artificios" (1944). La narrativa de Borges apela a la inteligencia del lector a la vez que le deslumbra con una prosa muy cuidada, cercana a la prosa poética o directamente ahí, en esa altura de vuelo (recordar, por ejemplo, el magnífico comienzo del relato "Las ruinas circulares", que más abajo comparto), y con imaginativos argumentos y creaciones. Juega con la metafísica, imagina libros inexistentes que reseña o que son empleados por sus personajes en la trama, se demora en laberintos, en espejos, en milagros secretos, crea personajes de memoria infinita o cuyo destino es decidido por una misteriosa lotería. Este libro es caviar para la mente, para la imaginación. Leánlo si aún no lo han hecho, háganse ese favor.
Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra.
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