Éste es hasta la fecha el mejor poemario de Natxo Vidal. En él aletea la vida, su vida, nuestra vida de Ícaros que no saben bien cómo ni hacia dónde dirigir el vuelo. Sin metáforas indescifrables, con imágenes potentes -poesía muy visual, la llamó un amigo, y estoy de acuerdo- Natxo se busca en las palabras y al encontrarse nos encontramos un poco todos. Aunque el mejor poema, paradójicamente, del libro, me parece que es el que menos tiene que ver seguramente con su vida y con la mía: el poema Apura el cigarrillo (pág. 48) sobre el hombre del campo que, resistente, se niega a marchar a la ciudad. Hay épica en esa resistencia, y admiramos, como Borges lo hacía, la épica.
Hay otro gran poema (A veces, pág. 76) que viene a decir lo que yo también he dicho alguna vez en algún poema (Quimera): la importancia de ser uno mismo para no huir de la mirada de quien nos mira desde el espejo.
Hay otros buenos poemas en el libro (Vivir, Estás conmigo, Ajustaremos cuentas) y otros, hay que ser sincero, no tan buenos, pero hasta cuando brilla menos Natxo ofrece algo de lo que muchos adolecen: una voz propia, un decir original, hecho de difícil claridad y poderosas imágenes, palabras-fuerza, la voz del chamán.
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