Éste es el Lobezno que yo amo. Bajito, fumador de puros, sin memoria de su origen, con su uniforme marron y naranja. El Logan construido, historia tras historia, por Chris Claremont. El Lobezno que lo mismo luchaba contra decenas de ninjas en los tejados de Tokio o de Madripur que se iba a Asgard o al espacio con la Patrulla-X que, como en esta historia, se iba a rajar dinosaurios a la Tierra Salvaje.
Cuando se publicó este cómic, en 1990, yo tenía 14 años, y empezaba a comprar cómics de superhéroes. Pero raramente tenía, entonces, más de 200 pesetas para comprar un cómic, así que todos los extras, especiales, prestigios y novelas gráficas solían escapárseme. Éste era uno de esos cómics que me quedé con las ganas de adquirir. Salió a la venta, hace 26 años, con un precio de portada de 475 pesetas. Hoy lo he comprado, gracias a internet, por 14 euros (gastos de envío incluidos) y he podido quitarme la espinita.
Se trata de una aventura muy entretenida realizada por maestros del cómic USA: el guión es de Walter Simonson, el dibujo de Mike Mignola (que se haría muy conocido luego por su creación Hellboy, para la independiente Dark Horse, pero que en esta época aún trabajaba para Marvel y DC) y el entintado de Bob Wiazek. Aunque esté realizada por indudables maestros del cómic ésta no es sin embargo una obra maestra, pero sí un tebeo entretenido, bien realizado, que narra el primer encuentro entre Lobezno y el supervillano Apocalipsis, en esa fascinante Tierra Salvaje de hombres prehistóricos y reptiles gigantes.
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