Un poema mío antiguo, de 1998, de tema mitológico.
LA FORTUNA DE ASOPO
-A Corina de Tanagra-
Asopo, respetable anciano,
considera una desgracia
que sus hijas,
nueve hijas como nueve estrellas,
se hayan preñado
sin mediar el sagrado matrimonio,
en ilícitos tálamos.
Asopo, contén tu ira y tu vergüenza,
y escucha esta nueva que te doy:
Llámate a partir de hoy
hombre afortunado,
pues, ¿cuántos mortales
pueden llamarse suegro de los dioses inmortales,
que en las altas estancias moran,
y que no desdeñan la belleza
de las hijas de los hombres?
En los tálamos más lícitos,
en los lechos más respetables,
tus hijas yacieron,
las tres mayores con Zeus Omnipotente,
las tres que siguen con Poseidón Tempestuoso,
las dos que después vienen con Apolo Latoide
y la más pequeña, fruto último de tus riñones,
con Hermes el Astuto en dulce lecho yació.
Estas uniones no precisan de vínculos matrimoniales,
como usan los mortales,
pues son uniones de por sí santificadas.
En los vientres de tus hijas
están creciendo reyes,
héroes, padres de gloriosas estirpes.
¿Cómo no llamarte hombre afortunado?
Todos los hombres envidiarán tu suerte
al mezclar tu sangre con la de los inmortales.
Los Olímpicos aman como ellos suelen:
con inconstancia y ligereza.
Ellos aman y se marchan como las nubes.
Pero como las nubes fecundan
y como ellas llenan de frutos la tierra.
© José Alfonso Pérez Martínez