Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera (1750)
Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)
Llamada Sor Juana Inés de la Cruz. Nació como Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana en el Virreinato de Nueva España, actualmente México, pero entonces parte del imperio español. Es casi la única personalidad de relevancia de las letras hispanas durante el reinado de Carlos II, que fue muy pobre en este aspecto. Con 16 años se consagró a la vida religiosa. El 28º virrey de Nueva España, Tomás de la Cerda y Aragón, Grande de España, fue su mecenas. Sor Juana Inés murió en 1695, a causa de una epidemia. La obra de Sor Juana Inés mezcla ejemplarmente elementos del conceptismo y del culteranismo, tendencias que se habían tenido por irreconciliables.
Ante la ausencia
Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡Ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿Será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
Y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte.