Por estar contigo
jueves, 30 de diciembre de 2010
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Stravinsky interpreta a Stravinsky (1965)
martes, 28 de diciembre de 2010
En torno a "Ulrica"
Pastillas contra el dolor ajeno
lunes, 27 de diciembre de 2010
Un poema de Andrés Neuman (bis)
viernes, 24 de diciembre de 2010
De la autonomía de las universidades: de Unamuno a Chávez, y tiro porque me toca
Palabras sagradas... incluso para un ateo las hay
miércoles, 22 de diciembre de 2010
José Alfonso Pérez, en Poemas en el camino
lunes, 20 de diciembre de 2010
Un descubrimiento: Félix Francisco Casanova
Cuando pienso en los viejos amigos...
Luis Alberto de Cuenca en Manchester
sábado, 18 de diciembre de 2010
Arturo Pérez-Reverte, "El asedio"
LOS SUAVES
lunes, 13 de diciembre de 2010
Cuando los colosos desaparecen...
Fuego mutilado: Raquel Lanseros en Barcelona
sábado, 11 de diciembre de 2010
Aquellos muñequitos de mi infancia
jueves, 9 de diciembre de 2010
Cráteres en la Tierra
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Yo también enlazo a Wikileaks
martes, 7 de diciembre de 2010
Discurso de Mario Vargas Llosa en la Academia Sueca
Charla: "La mujer en la 2ª República"
lunes, 6 de diciembre de 2010
¿Qué es la libertad religiosa? ¿existe realmente?
domingo, 5 de diciembre de 2010
Simplemente magia
viernes, 3 de diciembre de 2010
El león de Cimmeria
martes, 30 de noviembre de 2010
Derecho de ateísmo
El ateísmo no es una posición intelectual rara, feroz y anticlerical. Tampoco es una doctrina filosófica que necesite ser demostrada o justificada con argumentos refinados y abstrusos. Y desde luego, el ateísmo no es, en absoluto, una postura inmoral. Sin embargo, si uno escucha los mensajes que nos ha dedicado el Papa en su reciente visita a España, o los que propaló en Gran Bretaña, uno se lleva la impresión de que el mundo está realmente amenazado por una doctrina endiablada que defienden los ateos y laicistas.
Los ateos actuales son personas bastante cultas, que respetan que haya otras personas a las que les guste adoptar creencias irracionales que ellos no comparten. En realidad, los ateos no tienen que esforzarse mucho en defender su posición intelectual; lo que sí les resulta complicado es entender que un creyente asuma como propiedades de la divinidad, y sin mayores problemas, cosas mucho más increíbles que las que los niños atribuyen a Papá Noel.
Es verdad que los ateos prefieren el laicismo en la vida pública, es decir, que las leyes no sean confesionales y los poderes públicos no asignen privilegios a los miembros de ninguna confesión religiosa. Pero nadie debe extrañarse por ello: la experiencia histórica demuestra que la mezcla de creencias religiosas y poder político sólo ha servido para provocar guerras y matanzas, sobre todo en la cristiana Europa.
Muchos creyentes religiosos creen que si Dios no existe todo está permitido, y por eso son incapaces de entender el valor moral del ateísmo. Pero la experiencia histórica confirma lo contrario: es en nombre de Dios como se han cometido los mayores atropellos a la humanidad. Los ateos tienen una responsabilidad ética muy exigente, porque no disponen de ninguna coartada para justificar o ver perdonado un eventual comportamiento inmoral.
Si todo esto es así, y yo estoy convencido de que lo es, ya va siendo hora de reivindicar un derecho elemental: el derecho de ateísmo, el derecho a no tener que justificar la no adscripción a ninguna creencia religiosa, el derecho a sentirse ofendido si alguien, aunque sea el Papa o el ayatolá más respetable, identifica el ateísmo con la maldad, y a que esta actitud intelectual y moral sea reconocida y respetada de la misma manera y con el mismo rango, al menos, que las creencias religiosas que el ateo no acepta por considerarlas irracionales, falsas o perniciosas.