Existen los dirigentes normales y existen aquellos de talla mundial que pasan a la historia, por su valor en acometer difíciles reformas en momentos críticos de la historia de sus naciones, o simplemente por enfrentarse a los enemigos externos o internos cuando otros muchos huirían o rehusarían la responsabilidad. Así, recordemos a Abraham Lincoln, que llevó con mano firme el timón de la nave de la Unión estadounidense durante la guerra civil al tiempo que abolía la esclavitud. O a Winston Churchill, que llamó al pueblo inglés a resistir a Hitler y a nunca rendirse al terror nazi. O a Nelson Mandela, que pasó muchos años en prisión por oponerse al racista régimen del apartheid sudafricano y que luego guió al país a la nueva era que siguió a ese régimen. Ahora tenemos uno de esos líderes escasos y providenciales que cambian un país y que pasan por ello con letras destacadas a los libros de la Historia. Uno de aquellos para los que los romanos crearon el término honorabilísimo de Padre de la Patria. Se llama Nayib Bukele y es el presidente de la República de El Salvador. En los cuatro años que lleva gobernando ha hecho que el país pase de ser el más peligroso de América al más seguro, con el Estado de Excepción y la Guerra contra las Pandillas. Y ahora ha hecho tres anuncios. El primero de ellos ya tiene capacidad por sí solo para transformar positivamente el país en gran medida. Y el tercero puede convertir a El Salvador, en conjunción con los otros dos y con los aplicados en años anteriores, en uno de los países más prósperos y felices de la Tierra. Si creen que exagero escuchen y vean su discurso, en la asamblea legislativa de El Salvador:
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